sábado, junio 22, 2013

El club de los libros perdidos

Apenas leía. Un libro al mes si cabe. Y eso que de pequeña devoraba hasta los carteles publicitarios que decoran las carreteras. Sin embargo, en los últimos meses y motivada por no sé qué cosa  volví.
Compré una recopilación de poemas de Ángel González, el poeta favorito de mi profesora de Lengua y Literatura de segundo de Bachillerato. Esa mujer que recuerdas con cariño años después cuando reconoces por fin lo que de verdad sabía hacer: Enseñar. Algo que por aquel entonces no suponía para mí un plus. También compré Un mundo feliz, de Aldous Huxley y así, de nuevo, me inicié.
Todo, a pesar de no tener tiempo. A pesar de que a  veces leo por ‘obligación’ (aunque para mí sea todo un placer) todos los días de 17:00 horas hasta las mil. Pero también, a pesar de todas esas excusas que nos ponemos a veces.
Ayer conseguí mi recompensa. De camino a las prácticas, el libro de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, reposaba sobre el asiento de la parada de bus que cada día me transporta hasta la Avenida de la Constitución.
Lo abrí en seguida. Y en los pocos segundos que van desde que hojeas el libro hasta que lo cierras de golpe soñé con que alguien lo habría 'liberado' en ese lugar. Lo habría dejado ahí para que otra persona lo leyera, y repitiese la operación un día cualquiera convirtiendo este libro en un relato viajero.
Y, para mi alegría. Así fue.
En la primera página ponía: Este libro forma parte del Club de los libros perdidos. Al finalizar su lectura deberá ser ‘liberado’ para que otras personas puedan disfrutarlo nuevamente indicando la fecha y lugar. De ésta forma, en cada ‘liberalización’ será posible saber por dónde ha viajado. Y este breve texto de la primera página, así como la lectura me hizo enormemente feliz. 

P. D. Muy pronto tal y como marca el club al que pertenece este libro, La casa de Bernarda Alba será liberada.